Caos
Bueno, ya ha terminado el verano, nada que nadie no sepa. Entra agraciadamente para algunos, desgraciadamente para muchos otros, la época de estudios. Sí, esa época de meter el móvil entre los apuntes mientras “estudias” con la excusa de que tanto Aristóteles te está quebrando la cabeza, esa época de estrés causado por esos exámenes en los que ni estudiando como para toda la clase llegas al cinco y medio, esos en los que en el apartado donde deberías narrar la vida de Cervantes prefieres ponerte a pensar cómo vas a hacer que tu madre se crea que a pesar de haber empollado como nadie has cateado como todos. En fin... ¿Qué voy a contar que no se sepa ya? Caos. Esa es la palabra que mejor define mi verano. Completo y absoluto caos. -¿Por qué?- Pregunta nadie, y yo plácidamente le respondo. Es como si todo lo bueno que me pudiese suceder y todo lo malo que pudiese ponerse en medio se hubieran fusionado, exitosamente resultando en mis vacaciones. ¿Habéis visto la película “Insideout”?, pues el saloncito donde están las emociones ahora mismo está ardiendo. La parte del amor y la pasión está brillando como nunca, la de la tristeza y la preocupación va ya por la decimoséptima caja extragrande de pañuelos triple capa y la llamita de la ira ha hecho que salte la alarma de incendios por quinta vez esta semana y estamos a lunes... Aun así, no me puedo quejar lo más mínimo, al fin y al cabo estoy siendo sumamente feliz, y si los problemas deciden aparecer me lo tomare como un “si quieres el tesoro, camarada, toma una pala y cava”. Ale, hasta aquí ha llegado mi despotricamiento post-vacacional (no creo que exista despotricamiento, pero si la palabra “superchupiguay” existe me siento totalmente libre de usarla), sea quien sea que lea esto, le deseo un maravilloso curso y le recuerdo que, aunque las cosas sean a veces complicadas, perseguir lo que realmente quieres siempre hará que el esfuerzo será recompensado. ¡Gracias por leer!